Para quién como yo, vive en un clima cálido donde frecuentemente el frío, la lluvia y no digamos la nieve, brillan por su ausencia, viajar durante el invierno supone todo un reto. Primero porque las maletas se te llenan enseguida de jerseys, abrigos, guantes y bufandas... dejándote poco espacio para los tesoros que puedas traerte a la vuelta. Y segundo, porque tal y como está el clima últimamente, te puedes encontrar en medio de una ola de frío polar que te cubra todo de nieve.
Nieve. Precisamente fue la nieve la que cubrió toda Inglaterra hace unos 15 días, justo después el día de Reyes. Habíamos elegido esa fecha para hacer una escapada de fin de semana. Fran no conocía Londres y a mi me apetecía mucho volver. Londres es mi ciudad, después de Las Palmas de GC, claro. Pero si tuviera que irme a vivir al extranjero, me podríais encontrar allí.
Tras la planificación, quedaban sabado y domingo para patear Londres. Algo difícil. A lo que hay que añadir la meteorología. Ah!! y me olvidaba que días antes había pillado una bronquitis de la que todavía me estoy reponiendo.
Bajar del avión y verlo todo cubierto de nieve fue mágico. Hacía un frío de espanto. Un frío que te helaba la cara y entumecía las manos... Lo más curioso, unos ingleses de vuelta de sus vacaciones, desafiaban los -6º de esa noche y continuaban vistiendo sus camisetas, pantalones cortos y chanclas. Olé por ellos!!
Resumiendo. Sábado por la mañana y tras habermos puesto un par de capas de ropa extra, salimos a por Londres. Nos dirigimos hacia el metro, parada de Tower Hill, imprescindible si queréis visitar la Torre de Londres, la casa de las joyas de la corona, y Tower Bridge, el puente levadizo sobre el Thames. Nuestra intención , recorrer la margen izquierda del río hasta llegar a Westminster Bridge.
Entre ambos puentes, el Borough Market, HMS Belfast, Tate Modern, Skakespeare`s Globe, Southwark Cathedral, Vinopolis, y la impresionate London Eye. Mi objetivo como food blogger no podía ser otro que el Borough Market.
Tras hacerle miles de fotografías al Tower Bridge y contemplar la catedral de Southwark, único edificio de estilo gótico de Londres, comenzamos a escuchar el típico sonido de los mercados abarrotados de gente. En el Jubilee Market se encuentran numerosos de puestos de comida ya preparada y de productos delicatessen.
Cocina libanesa, griega, vegetariana, argentina o turca. Cocina italiana con puestos en donde se vende una estupenda pasta fresca. Fragantes trufas de chocolate, mermeladas y conservas orgánicas, té y café procedentes de todos los puntos del planeta. Quesos italianos, franceses, españoles o ingleses. Dorados aceites de olivas y densos vinagres de Módena. Setas nunca vistas y tartas y pasteles.
Verduras, carnes, pescados y mariscos. Lavanda y vinos franceses. Ostras. Pies rellenos de carne y cerveza negra. Especias y productos españoles. Flores y panes. Embutidos italianos y parmiggiano reggiano. Empanadas argentinas y arepas venezolanas. Sopas y cremas... calentitas, calentitas. Muller wine. Bocatas de chorizo y comida china lista para llevar. Aceitunas kalamata y aliñás.
Todo esto, y seguramente más, es lo que os podéis encontrar en el Borough Market. A pesar de tener varias áreas cerradas por obras. Supongo que la organización de los JJOO en 2012, tiene algo que ver.
He visto Londres con otra cara, más bonita, más limpia...
Y para terminar, dos cosas.
La primera, el encuentro con Joana en Harrods, zona caliente. Tan ella, tan natural, tan inquieta, tan especial, tan española en Londres. En realidad, la conexión existe entre Bea, Joana y yo.
La segunda, Picadilly Circus a medianoche. Sin gente. Sólo los luminosos. Un saxofonista bajo ellos, que con su música llena toda la zona, desde Leicester Square hasta Oxford Street.
Y la nieve, siempre la nieve, cayendo sobre nosotros.
Y la nieve, siempre la nieve, cayendo sobre nosotros.